El
ser humano tiene la tendencia natural de culpar a los que lo rodean ante
cualquier contratiempo que se nos presenta. Esta no es una buena práctica
gerencial.
A diario, casi sin darnos cuenta,
recibimos pequeños estímulos negativos en forma de errores, fallos, problemas y
fracasos. De manera inconsciente tendemos a culpar a los demás por todos estos
estímulos negativos. Nosotros sentimos que no somos responsables de los
errores, de los problemas que se generan en nuestro entorno. Es humano, pero no
es correcto.
En realidad esa actitud de culpar a los
demás genera más frustración que satisfacción, porque damos por hecho que no
somos dueños de nuestro propio entorno, del mundo que nos rodea. Son los demás
los que hacen que las cosas fallen. Aunque sólo sea lo negativo, en realidad
estamos cediendo poder.
Por otra parte en gerencia señalar a los
demás como culpables no es más que un síntoma de debilidad. Cuando culpamos a
nuestro equipo nos estamos acusando a nosotros mismos. Un equipo de trabajo no
es más que el reflejo de la persona que lo dirige. Si el equipo no es bueno
deben existir problemas de coordinación o, sencillamente, los miembros del
mismo están reaccionando así a los estímulos del gerente.
Así, el gerente eficaz será responsable
de sus actos, pero también de los posibles errores o deficiencias de su equipo.
Evitar recurrir de forma continuada a
echar la culpa a los demás nos ayudará a mejorar en tres campos fundamentales
del éxito en la gerencia:
-
Proponer: Cuando dejamos de
ser responsables dejamos de proponer, al fin y al cabo las cosas no dependen de
nosotros. Proponer supone incentivar la creatividad e impulsar la mejora de
todo el equipo. Lo siguiente será sentir que estos aportes que hacemos nos motivan
y nos permiten crecer a nosotros y a todo el equipo.
-
Aprender de los errores: No
hay ningún factor que ayude más a aprender que el fracaso. Decía Winston
Churchill que "el éxito consiste en aprender a ir de fracaso en fracaso
sin desesperarse". Cuando culpamos a los demás no sentimos la necesidad de
aprender del error, porque no somos nosotros los errados.
-
Abandonar la queja y
reaccionar: Quejarse de forma constante
es un vicio que demuestra además de inconformidad, falta de preparación y de
ingenio a la hora de resolver problemas. La queja continua paraliza, así que la
respuesta está en la reacción. No podemos permitirnos el lujo de quedarnos
paralizados ante los problemas y menos aún por sentir que no los hemos
propiciado nosotros.
Al culpar a los demás por todo lo
negativo que sucede a nuestro alrededor, nos sentenciamos automáticamente a
permanecer en el camino de la deshonestidad, la falta de confianza y la inercia.
Ellos serán nuestros compañeros de viaje en la gerencia hasta que decidamos
tomar el control completo de nuestros actos y, sobre todo, responsabilidades
como parte de una organización o en nuestra vida personal.
Antes de señalar con el dedo los errores
ajenos, pensemos en cómo podemos solucionar, proponer y aprender en lugar de
quejarnos.
Francisco Avilés R.
Socio-director Cross&Grow