A la experiencia
individual de los gerentes hemos de sumar la que tienen todos los colaboradores
de la organización. Es uno de los grandes retos de la gestión del talento.
Estoy convencido de que usted como gerente o responsable en su
empresa tiene una gran experiencia a sus espaldas. Un fuerte conocimiento de su
industria, su región o su área funcional (mercadeo, finanzas, recursos
humanos...). Esto le permite tomar decisiones basadas en sus éxitos y sus fracasos
pasados y tener una capacidad de intuición forjada en la experiencia de años de
trabajo y responsabilidad.
Toda esa experiencia puede quedar opacada por la que acumulan todos
sus colaboradores. Así, si usted cuenta con doce años de experiencia, tres
colaboradores con cinco años de experiencia cada uno tendrían un total de
quince años de bagaje profesional. Sin ir más lejos yo mismo cumpliré veinte
años de experiencia profesional en unos meses. Mis colaboradores más cercanos
suman el doble y en funciones en las que yo nunca me desempeñé de forma
directa. ¿Cómo puedo desdeñar esa experiencia?.
La cuestión es que a la hora de tomar decisiones toda nuestra
experiencia es crucial, pero no podemos hacer a un lado la de nuestro equipo.
Quizá haya aspectos del negocio que ellos conozcan mejor que nosotros, o bien
que su experiencia, junto con la nuestra, nos permita resolver mejor una
situación o tener más criterio a la hora de tomar una decisión.
No son pocas las veces en las que, a la hora de afrontar una decisión
compleja, nos centramos en nuestro punto de vista, nuestra opinión, el fruto de
nuestra experiencia. Incluso nos enfrentamos a todo el equipo por pensar
diferente, al final ellos "no tienen nuestra experiencia" o "no
saben lo que es tener la responsabilidad de la gerencia". Nada más lejos
de la realidad. Puede que la experiencia de nuestros empleados no haya sido en
cargos gerenciales, pero seguro que tuvieron que resolver no pocos problemas a
lo largo de su carrera. Además no podemos perder de vista que ellos son más,
usted sólo uno, con lo cual su capacidad para captar detalles o pensar en
alternativas ante un problema debe ser más alta.
Involucrar a las personas que nos rodean en la toma de decisiones,
animarlos a opinar sin adoptar una postura defensiva porque pueda chocar con
nuestro criterio, escuchar su consejo, parece una actitud altamente positiva. Porque
no podemos permitirnos el lujo de desperdiciar el talento y la inteligencia de
nuestros colaboradores que cuentan con tanta o más experiencia que nosotros. En
la era del conocimiento, perder de vista que por lo que se paga a las personas
–en la mayoría de los casos- es por la cantidad de inteligencia y experiencia
que aportan, puede resultar fatal.
Un gran maestro de la gerencia de empresas me dijo en cierta
ocasión que "el peor error que puede cometer un gerente es dejar que cada
día entre y salga por su oficina un volumen enorme de inteligencia y que sólo
un porcentaje mínimo se quede adentro". Para lograrlo quizá tengamos que
dejar aparcado el ego durante algunas horas y dejar que los demás se equivoquen
con nosotros.
Francisco Avilés R.
Socio-director
faviles@crossandgrow.com