jueves, 26 de marzo de 2015

¿Tiene usted más experiencia que su equipo?

A la experiencia individual de los gerentes hemos de sumar la que tienen todos los colaboradores de la organización. Es uno de los grandes retos de la gestión del talento.

Estoy convencido de que usted como gerente o responsable en su empresa tiene una gran experiencia a sus espaldas. Un fuerte conocimiento de su industria, su región o su área funcional (mercadeo, finanzas, recursos humanos...). Esto le permite tomar decisiones basadas en sus éxitos y sus fracasos pasados y tener una capacidad de intuición forjada en la experiencia de años de trabajo y responsabilidad.

Toda esa experiencia puede quedar opacada por la que acumulan todos sus colaboradores. Así, si usted cuenta con doce años de experiencia, tres colaboradores con cinco años de experiencia cada uno tendrían un total de quince años de bagaje profesional. Sin ir más lejos yo mismo cumpliré veinte años de experiencia profesional en unos meses. Mis colaboradores más cercanos suman el doble y en funciones en las que yo nunca me desempeñé de forma directa. ¿Cómo puedo desdeñar esa experiencia?.

La cuestión es que a la hora de tomar decisiones toda nuestra experiencia es crucial, pero no podemos hacer a un lado la de nuestro equipo. Quizá haya aspectos del negocio que ellos conozcan mejor que nosotros, o bien que su experiencia, junto con la nuestra, nos permita resolver mejor una situación o tener más criterio a la hora de tomar una decisión.

No son pocas las veces en las que, a la hora de afrontar una decisión compleja, nos centramos en nuestro punto de vista, nuestra opinión, el fruto de nuestra experiencia. Incluso nos enfrentamos a todo el equipo por pensar diferente, al final ellos "no tienen nuestra experiencia" o "no saben lo que es tener la responsabilidad de la gerencia". Nada más lejos de la realidad. Puede que la experiencia de nuestros empleados no haya sido en cargos gerenciales, pero seguro que tuvieron que resolver no pocos problemas a lo largo de su carrera. Además no podemos perder de vista que ellos son más, usted sólo uno, con lo cual su capacidad para captar detalles o pensar en alternativas ante un problema debe ser más alta.

Involucrar a las personas que nos rodean en la toma de decisiones, animarlos a opinar sin adoptar una postura defensiva porque pueda chocar con nuestro criterio, escuchar su consejo, parece una actitud altamente positiva. Porque no podemos permitirnos el lujo de desperdiciar el talento y la inteligencia de nuestros colaboradores que cuentan con tanta o más experiencia que nosotros. En la era del conocimiento, perder de vista que por lo que se paga a las personas –en la mayoría de los casos- es por la cantidad de inteligencia y experiencia que aportan, puede resultar fatal.

Un gran maestro de la gerencia de empresas me dijo en cierta ocasión que "el peor error que puede cometer un gerente es dejar que cada día entre y salga por su oficina un volumen enorme de inteligencia y que sólo un porcentaje mínimo se quede adentro". Para lograrlo quizá tengamos que dejar aparcado el ego durante algunas horas y dejar que los demás se equivoquen con nosotros.

Francisco Avilés R.
Socio-director

faviles@crossandgrow.com

viernes, 13 de marzo de 2015

Enfocándonos en las prioridades

Uno de los principios fundamentales que generan los mejores líderes es contar con una alta capacidad de enfocarse en las prioridades de la organización.


Si analizásemos cuáles son los principales retos a los que se enfrenta nuestra empresa estoy convencido de que seríamos capaces de ofrecer dos o tres respuestas rápidas: crecer, reducir costos, consolidar la estructura, retener a los mejores, poner nuevos productos en el mercado, etc. Parece una tarea relativamente sencilla, pero, ¿enfocamos nuestros esfuerzos a resolver esos retos?. A continuación algunos puntos que nos ayudarán a hacerlo.

1. Pasar por alto lo insignificante

El filósofo estadounidense William James dijo que "para ser sabio hay conocer el arte de saber qué pasar por alto". Esta gran frase encierra el problema que muchos gerentes afrontan diariamente, viven prestando atención a lo insignificante. Asuntos menores que nos consumen nuestro recurso más valioso: el tiempo. Hay que dejar de prestar atención a lo insignificante y centrarse en los verdaderos retos de la organización.

2. Lo bueno es enemigo de lo mejor

Puede resultar fácil discernir entre lo positivo y lo negativo, pero hacerlo entre dos buenas opciones no resulta nada sencillo. La capacidad para visualizar qué es lo mejor resulta clave si queremos enfocarnos en las prioridades de la empresa. Ocurre muy frecuentemente cuando surgen oportunidades que requieren emplear recursos: explorar un nuevo mercado o crecer en los mercado que ya conocemos. Quizá si nos preguntamos cuáles son los retos de la organización a largo plazo obtengamos la respuesta y podamos centrarnos en la alternativa correcta.

3. No se puede tener todo

La economía es la ciencia que se dedica a la asignación de los recursos limitados, la gerencia de empresas no es más que su aplicación a nivel micro. Parece claro que no podemos establecer prioridades si pensamos que nuestros recursos son ilimitados. Para empezar, como dijimos antes, el tiempo es limitado, pero también los fondos económicos y el recurso humano es finito. Superar la sensación de que podemos llegar a todo es imprescindible si queremos ser exitosos.

4. Demasiadas prioridades paralizan

Fruto de lo anterior es poner límite al número de prioridades que establecemos. Tomemos hoja y lápiz y anotemos las más importantes, las que se orientan a cumplir los propósitos de la organización. Centremos todos nuestros esfuerzos en ellas y no planteemos nuevas prioridades hasta no lograr las anteriores.

5. Establecer plazos

Sin plazos las prioridades no tienen sentido. Sólo el sentido de urgencia nos hace ser efectivos. No se trata de intentar hacerlo todo en unos días, sino de contar con una línea de tiempo realista para cumplir o pasar a la siguiente etapa: nuevas prioridades.

Por último una máxima de autor desconocido pero que nos ayuda a comprender la importancia de las prioridades: "El niño nace con el puño cerrado, el hombre muere con la mano abierta. La vida nos enseña a soltar cosas que nos parecen muy importantes".

Francisco Avilés R.
Socio-director Cross&Grow

faviles@crossandgrow.com

Publicado en el diario La República de Costa Rica.

domingo, 8 de marzo de 2015

Actitudes antes que aptitudes

A la hora de reclutar talento, en demasiadas ocasiones ponemos por delante las aptitudes para el puesto en lugar de la actitudes ante el mismo.

Cuando acudimos a una empresa de selección de personal o reclutamiento, lo que se nos pregunta en muchas ocasiones es una batería de cuestiones que tienen que ver con la capacidad de los posibles candidatos. Experiencia, formación, capacidades técnicas, etc. En definitiva hacemos una lista de las aptitudes para ocupar un puesto. Algo similar a la compra de un equipo informático o una maquinaria, ¿no les parece?.

No se trata de culpar a los reclutadores, cuando la selección la realizamos de forma interna, nos sucede algo similar. Nos centramos en las habilidades de las personas para resolver las tareas y/o responsabilidades que requieren las posiciones en la estructura organizativa. Queremos tener certeza por medio de historiales profesionales, referencias y pruebas de evaluación.

Una vez seleccionados los aspirantes, comenzamos a ver si son capaces de cumplir con las expectativas creadas en la ejecución de las aptitudes que mostraron para el cargo. Pero de igual manera comenzamos a comprobar otros atributos que no advertimos –o no prestamos la suficiente atención- durante el proceso de reclutamiento: las actitudes. Cómo se desenvuelven las personas en el entorno de la cultura corporativa, cómo se adaptan a los cambios a los retos, cómo actúan con el resto de los colaboradores, etc. Estas actitudes no podemos comprobarlas por medio de pruebas confiables, forman parte de la intuición a la hora de entrevistar a los candidatos.

Podemos tener al mejor profesional en determinada materia, con una vasta experiencia, una capacidad de trabajo increíble, pero de poco servirá si es una persona sin la actitud adecuada para integrarse en la organización. De ahí que las actitudes sean con mucha frecuencia son mucho más importantes que las aptitudes, porque las habilidades técnicas pueden adquirirse con capacitación y la actitud adecuada. Sin embargo, las actitudes de las personas no son fáciles de modificar y requieren de más tiempo y dedicación directa para ser alteradas.

Puede que durante el proceso de selección hayamos podido detectar ciertas actitudes que el candidato desarrollará al ser contratado. Quizá su historial nos demuestre su capacidad de adaptación al cambio, o durante la entrevista notemos si su carácter es optimista, extrovertido, sincero o humilde. Pero sólo una vez incorporado veremos si nuestro análisis –más intuitivo que comprobable- fue o no acertado.

Resulta muy complicado prever las actitudes y mucho más sencillo verificar las aptitudes de las personas que aspiran a un determinado puesto. Es por este motivo que el involucramiento directo de los gerentes en el proceso de selección se hace fundamental. Si pretendemos contar, no sólo con los profesionales más brillantes en su campo, sino con personas que puedan formar parte del equipo existente e integrarse en la cultura corporativa, vamos a necesitar dedicar tiempo a comprobar las actitudes de los candidatos.

La experiencia nos dice que no podemos dejarnos impresionar por currículos brillantes o historiales de éxito en la industria. No siempre las mejores aptitudes para un puesto son suficientes cuando las actitudes nos pueden generar problemas de solución compleja.


Francisco Avilés R.
Socio-director Cross&Grow

faviles@crossandgrow.com

Publicado en el diario La República de Costa Rica.