Una de las tareas más importantes que el Presidente electo
tendrá que acometer es el establecer parámetros para el reclutamiento de más de
un millar de cargos públicos, los denominados puestos de confianza. No es un asunto fácil, dado que de esa labor
depende en gran parte el éxito o fracaso de la Administración de Luis Guillermo
Solís. Una misión que, por otra parte, ha de completar en un muy corto espacio
de tiempo.
La revisión de hojas de vida, las entrevistas previas hasta
seleccionar una terna de candidatos, como se realiza habitualmente en la
empresa privada, resulta inviable en la mayoría de los casos. El tiempo apremia
y el proceso impediría a los principales gerentes
–ministros, viceministros y presidentes ejecutivos- dedicarse a otras
tareas en los primeros días de su gestión. Unos primeros compases que suponen,
en muchos casos, la planificación fundamental de lo que será su éxito en el
cargo.
No obstante, el nuevo Gobierno ha de ser cuidadoso en la
selección, máxime cuando se trata de un partido sin trayectoria anterior en la
dirección de las riendas del país. Es decir, sin una cantera de personas afines
con experiencia gobernando. De ahí que la primera consideración es que puede
valer la pena tomarse el tiempo necesario para desarrollar el proceso de
contratación con éxito. El país no se paralizará por unas semanas sin que la
totalidad de los cargos sean designados. Incluso podrían ponerse de manifiesto
lealtades por encima del color político de puestos de confianza designados por
gobiernos anteriores.
El segundo tema importante es establecer unos criterios de
selección. Entre estos estarían los clásicos: formación, experiencia, capacidad
técnica, etc. Pero en la función pública resultan fundamentales habilidades
tales como: negociación, escucha empática, comunicación y, sobre todo, el liderazgo.
De ahí que resulte importante destacar la capacidad para afrontar los retos del
cargo, por encima de las aptitudes técnicas o conocimientos.
Otro aspecto a destacar es la importancia que adquieren los
valores en este tipo de reclutamientos. Si en la empresa privada la honestidad,
la integridad y la transparencia son principios que pesan a la hora de
contratar a un candidato, en la función pública resultan fundamentales. Estos
valores van a constituir parte esencial de la cultura organizacional del Gobierno.
Por ende, las pautas serán marcadas desde la propia cabeza del Ejecutivo y
trascenderán a toda la pirámide gubernamental. Las contrataciones serán
exitosas si este asunto pesa por encima de todos los demás requisitos.
Por último, dados los factores de urgencia y confianza, lo
primordial para lograr el objetivo, serán otros factores que tienen que ver más
con la trayectoria de los candidatos que con sus habilidades o conocimientos: lealtad
y compromiso. Sin esas virtudes para los nuevos dirigentes de Costa Rica, serán
muy complicado formar un equipo perdurable en el medio plazo.
Nuestra esperanza como ciudadanos es que esta
responsabilidad in eligendo sea lo
más acertada posible.
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