Llegando el final del año todos sentimos
la necesidad de realizar un poco de recopilación y revisión de lo que los
últimos doce meses nos dejaron en cuanto a logros y metas incumplidas. Yo les
invito a que esta reflexión vaya más bien por el lado de analizar cuáles fueron
las enseñanzas que nos regaló este último curso en todos los órdenes de la
vida.
Especialmente quisiera que enfocásemos
esa recopilación de fin de año en tratar de revivir aquellas experiencias que
realmente nos sorprendieron. Puede tratarse de algún viaje en el que conocimos
una ciudad con una extraordinaria vitalidad. Una visita a una empresa con un
enfoque diferente de hacer negocios. Un consultor que nos abrió los ojos a
nuevas oportunidades de negocio. O simplemente una campaña publicitaria que nos
despertó poderosamente la atención.
A mi, por ejemplo, me impactó la
conferencia que dictó esta semana en
Costa rica el chef mundialmente conocido Ferrán Adriá, creador de El Bulli, restaurante que recibía dos
millones de solicitudes de reserva al año y que sólo ofrecía siete mil cenas.
Adriá me ayudó a comprender que las cosas pueden no ser exactamente como siempre
las hemos visto, es decir, a romper los paradigmas que tenemos sobre lo que nos
rodea. Como experto culinario todo lo aplicó a la comida, pero su traslado a
cualquier otra disciplina es automático.
En realidad a donde quiero llegar es a
que usted reflexione sobre su capacidad para sorprenderse. ¿Qué le sorprendió
este año?. Una conferencia, un viaje, un comercial, un colega de trabajo...
Vivimos en la sociedad de la información y se nos bombardea diariamente con mil
imágenes, noticias o frases elocuentes las cuales pasan por nuestra retina sin
pena ni gloria.
Puede que esta sobreexposición termine
por insensibilizarnos y eliminar nuestra capacidad de sorpresa. Si es así, si
su respuesta a esa pregunta que formule más arriba es "nada", debería
comenzar a preocuparse. Sorprenderse es una cualidad a fomentar porque sólo así
podremos aprender cosas nuevas. La innovación es hija de la sorpresa y sin
innovación no hay progreso, no hay futuro a largo plazo.
Los niños, con su infinita curiosidad,
pueden darnos lecciones en este sentido. De ahí que muchos gurús de la
innovación se fijen en ellos en sus procesos. Por eso los niños son continua
innovación y creación, porque se sorprenden con los descubrimientos más
sencillos, no tienen el intelecto lleno de paradigmas y prejuicios. Tenemos mucho, muchísimo, que aprender de
ellos.
Decía el filósofo Plutarco que "la
mente no es una botella por llenar, sino una lámpara por encender". Hemos
de ser cuidadosos, si insistimos en llenar la botella con más información, puede
que no seamos capaces de volver a encender la lámpara.
¡Sorpréndase!.
Francisco Avilés R.
Socio-director Cross&Grow
faviles@crossandgrow.com