Uno de los grandes
problemas de las organizaciones con un alto grado de creatividad es que no
aterrizan sus proyectos en realidades.
Hace unas semanas comentábamos la creciente influencia de la
denominada Generación del Milenio dentro
de las organizaciones. Una de las características de sus miembros es su
tendencia a la creatividad y a la investigación de elementos diferenciadores,
sobre todo en lo que tiene que ver con la oferta de nuevos productos por parte
de la empresa o la variación de los mismos a la hora de mercadearlos.
En determinadas organizaciones, por la naturaleza del
negocio, el caldo de cultivo es idóneo para que este tipo de comportamiento
generador de todo tipo de nuevas ideas. Agencias de publicidad, estudios de
arquitectura, empresas de diseño, etc son los espacios de trabajo ideales para
desarrollar la actividad creativa.
En muchas ocasiones, este germen de creatividad puede dar
lugar a productos y servicios de gran impacto por su diseño o conceptualización.
De ahí que algunos profesionales, a pesar de su juventud, sea muy demandados
por las empresas, sobre todo en algunos ámbitos de actividad en los que la
creatividad es un factor clave para el éxito.
Sin embargo, la creatividad mal gestionada puede ser un
verdadero dolor de cabeza para los gerentes de este tipo de compañías. En
primer lugar, la creatividad debe reflejarse en resultados. Muchos
profesionales, a los que se les ha inculcado este espíritu de libre invención,
no logran comprender que las aportaciones novedosas tienen sentido siempre y
cuando tengan impacto en el cliente final.
La cuestión es que muchas veces este tipo de profesionales
están más orientados hacia el cliente interno que hacia el verdadero cliente de
su empresa. Así, pareciera que algunas organizaciones dan más importancia a las
ocurrencias o genialidades de sus colaboradores por los aplausos que reciben
entre los propios compañeros de equipo, que al valor que los clientes otorgan a
dicha creatividad, posiblemente malentendida.
Por otro lado hay que tener en cuenta que existe una clara
diferencia entre innovación y creatividad. Mientras que una innovación genera
una mejora en la cadena de valor de la empresa, o del cliente para el que se
desarrolla la innovación. La creatividad puede quedarse en un mero cambio o una
sencilla alteración de lo ya existente sin aportar valor alguno. En otras
palabras, la creatividad puede ser el inicio de una innovación, pero hay que
hacerla realidad.
Quizá el hacer realidad las ideas y los proyectos, o
convertirlos en realizables, sea una de las mayores debilidades que enfrentan
estas organizaciones orientadas a lo creativo. Porque en las empresas los que
valen son los números, las ventas, los costos. Si los procesos creativos no van
orientados a generar resultados, bien por el lado de unos mayores ingresos o
unos costos más bajos, quizá los gerentes de estas organizaciones deban
plantearse si su equipo a lo que se dedica es a jugar a las casitas.
Francisco Avilés R.
Socio-director Cross&Grow
faviles@crossandgrow.com
Publicado en La República el 11 de septiembre de 2014.